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El algunos países existe un impuesto que se aplica a cada dispositivo que pueda llegar a violar los derechos de autor. Es un gravamen sobre discos, casetes y dvds vírgenes, memorias, discos rígidos, impresoras, cartuchos de tinta y toners, scaners, fotocopiadoras, papel de calcar, acceso a internet, papel carbónico, cámaras y todo lo que pueda a producir copias, obras derivadas o ampliar la difusión de las obras fuera del marco establecido por la ley.
Esta medida se enmarca en un proceso global que tiende a ampliar los alcances de la Propiedad Intelectual, a través de la prolongación de los plazos del copyright, la criminalización de quienes comparten información a través de casi cualquier tipo de soporte, el patentamiento de cosas que se consideraban impatentables (como ciertos organismos vivos e imágenes religiosas), entre otros aspectos. Este proceso de extensión privativa implica la disminución del dominio público (a causa de un copyright ad eternum) y por lo tanto la destrucción del acervo cultural de la humanidad. La propiedad privada aplicada a la mente es mucho más perversa que la propiedad sobre tierras, inmuebles o medios de producción. Estamos ante el desarrollo del capitalismo cognitivo, donde las ideas, competencias, signos, conocimientos y disposiciones se integran a la economía de mercado, estos bienes inmateriales conforman los nuevos medios de producción del capitalismo posindustrial.

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